Ilustración: Alfredo Cáceres
Texto: Francisco Ibáñez
Nunca entendió que comer con la boca abierta fuese mal visto. ¿Qué diferencia había entre la comida en el plato y en la boca? ¿Por qué podían los alimentos estar a la vista de todo el mundo en el uno, pero debían permanecer ocultos en la otra? De trabajo en trabajo, errante laboralmente, en todas partes fue mal mirado. Pero cuando se atragantó, ese fatídico día en el casino de la empresa, la falta de oxígeno lo iluminó. Mientras perdía el conocimiento, Jorge tuvo claro que el problema no era la comida. Lo criticaban por envidia. Masticando con la boca abierta, su premolar izquierdo de oro brillaba ante los demás. Fue lo último que pensó antes de morir asfixiado.