lunes, 18 de enero de 2010

Espiar a la vecina


Ilustración: María José Puyol

Texto: Isidora Cousiño


Gabino vivía solo, muy solo. El departamento le daba una escasa panorámica: su ventana daba a otra, de momento deshabitada; pasaron seis meses antes de que ella, esa colorina de corte revoltoso, llegara. Cada mañana la veía paseándose en toalla luego de su ducha. No podía quitarle los ojos de encima. La veía cuando se cambiaba de ropa, cuando cantaba. Adoraba verla mirarse al espejo con actitud resignada, y su día se iluminaba al imaginar conversaciones en su habitación. Quería invitarla a salir. Quería conocerla, verla hacer todo eso frente a él. Pero no pasó mucho tiempo hasta que llevó compañía. A Gabino no le quedó más que cerrar su cortina; no quería mirarla. Lamentablemente no pudo dejar de escucharla.